El camino vocacional de Andrés Urtasún (1993, Pamplona) comenzó en su infancia, ya que sus padres siempre le han transmitido la fe y “me han animado a vivirla en la Iglesia”. De esta forma, confiesa que “desde pequeño quería tener una familia cristiana, al igual que tuve una apertura grande a la vocación sacerdotal. Yo había conocido sacerdotes alegres y felices de poder servir a Dios y eso me pareció importante”.
Con esta intención de cumplir la voluntad de Dios, a los 14 años “escuché las catequesis del Camino y comencé a vivir la fe en mi propia comunidad. Desde ese momento el Señor me concedió celo por la liturgia y disponibilidad para poder hacer Su voluntad, a pesar de las dificultades de la edad”. Recuerda que ya siendo universitario sentía «cómo el Señor me llamaba a vivir de otra manera” y en una convivencia “pidieron vocaciones y yo me levanté para el Seminario”.
De aquello hace ocho años. En este tiempo ha podido conocer de primera mano la realidad de la Iglesia en distintos países: España, Alemania, México, Nicaragua o República Dominicana. Al respecto, asegura que “estas experiencias han sido muy importantes y me han ayudado a descubrir diferentes formas de vivir y de afrontar los problemas de la vida”. Aunque, esté donde esté, explica que vive la fe en la cotidianeidad: “En el Seminario con la Eucaristía, la Liturgia de las horas y la convivencia con los compañeros. Y en la comunidad con la escucha frecuente de la Palabra de Dios y la convivencia con hermanos diversos que compartimos la fe a través de nuestra experiencia de la vida y la voluntad de seguir al Señor”.
A un paso del diaconado
Cuando apenas restan unos días para su ordenación diaconal, este seminarista apunta que, “de alguna manera, es continuar con una aventura que comenzó con mi formación. Ahora llevando a la práctica lo que he vivido en estos años de preparación y en la parroquia que vaya poder acompañar a los feligreses y servirles”.
En esta “aventura” recuerda la cita bíblica “Venid conmigo y os haré pescadores de hombres, ellos dejaron las redes y al instante le siguieron”, sobre la que reflexiona: “Cuando Dios llama se experimenta una certeza en el corazón y puedes dejarlo todo. De manera que entras en la aventura de la vocación con alegría”.
Asimismo, mira a San Francisco Javier, patrón de la Misión universal, como modelo de seguimiento: “En estos años Dios me ha llevado por muchos países a anunciar el Evangelio y he experimentado la alegría de dar gratis lo que he recibido. Es el navarro más universal y para mí un ejemplo de vida, me invita a perder mi vida para ganar la Vida Eterna”.
Finalmente, agradece al Señor “porque me ha dado una familia cristiana, una comunidad neocatecumenal donde puedo vivir la fe y la vocación para servirle donde quiera con el ejemplo de María que se fio de Dios libremente”.