Seguimos este verano con el Evangelio de Mateo, concretamente este pasado domingo se relata en la Misa el Evangelio del Reino, posiblemente, pienso, uno de los más trascendentales de Mateo, junto con la parábola del samaritano y la del hijo pródigo. Los tres textos dan mucho que pensar.
Este domingo pasado corresponde al texto Mateo (13, 44-52), que dice:
En aquel tiempo, dijo Jesús a la gente: «El reino de los cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra lo vuelve a esconder y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El reino de los cielos se parece también a un comerciante en perlas finas que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra. El reino de los cielos se parece también a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces: cuando está llena, la arrastran a la orilla, se sientan, y reúnen los buenos en cestos y los malos los tiran.
El papa Francisco nos comenta, con sus habituales profundas palabras, el texto. Dice Francisco: “Con estas similitudes, Jesús se propone involucrarnos en la construcción del Reino de los Cielos, presentando una característica esencial de la vida cristiana: se adhieren completamente al Reino aquellos que están dispuestos a jugarse todo, que son valientes. Somos llamados a asumir la actitud de estos dos personajes evangélicos, convirtiéndonos también nosotros en buscadores sanamente inquietos del Reino de los Cielos. En nuestros días, todos lo sabemos, la vida de algunos puede resultar mediocre y apagada porque probablemente no han ido a la búsqueda de un verdadero tesoro: se han conformado con cosas atractivas pero efímeras, de destellos brillantes pero ilusorios porque después dejan en la oscuridad”.
Nos pide Francisco que nos involucremos en la construcción del Reino. También manifiesta que para ello hay que ser valiente. El mensaje es muy claro. El evangelio de Jesús no tiene interpretaciones acomodaticias ni adecuadas al tiempo o las contingencias que impone la sociedad. Hay que estar dispuestos a jugarse todo, es muy exigente. En relación con el Evangelio no caben medias tintas ni interpretaciones adaptadas a cualquier tipo de poder. Somos buscadores del Reino en nuestro tránsito por la vida. Quizás esa vida acomodada, sin inquietudes, banal, a la que invita la sociedad actual, egoísta en extremo, no lleva al Reino, no es un camino adecuado para alcanzar el Reino de los Cielos. El evangelista Mateo nos invita a discernir, que crítica cuestión cuando el bien y el mal caminan tan juntos como lo hacen ahora.; el discernimiento entre lo que está bien y lo que está mal, a veces no es sencillo. Los tiempos líquidos que vivimos, utilizando el concepto de Zygmunt Bauman, precisan de capacidad de discernimiento. El papa Francisco nos invita a ello de forma continua bajo la inspiración del Evangelio. Los católicos tenemos que saber discernir el bien del mal, y no entrar en escenarios confusos donde no distinguimos lo que es bueno para nosotros y para el conjunto de la sociedad de lo que no es adecuado ni para ella, ni, en definitiva para nosotros como individuos si somos buscadores del Reino de los Cielos. La invitación del evangelio del pasado domingo es clara: no olvidar que somos buscadores del Reino de los Cielos.