Es una de las preguntas que más se oyen cuando se habla del Seminario Menor. ¿Cómo es posible que sean tan jóvenes y ya tengan las cosas claras? Con 12, 14, 17 años… Si con esas edades se cambia mucho, si hoy día los jóvenes no son tan maduros como antes, si tienen mucho miedo al compromiso…
Sí: ¡todo eso es verdad! ¡No nos cabe en la cabeza! Ni siquiera a mí, que llevo tres años acompañando a un grupo de seminaristas de a partir de 12 años que saben que quieren ser sacerdotes. No me lo explico. Yo, que no tuve claro lo que Dios quería de mí hasta los veinte y pico. Que siendo adolescente ni sabía ni me había cuestionado lo que hacer con mi vida. Y ni mucho menos lo había puesto en las manos de Dios.
A muchos de ellos les pregunto en la dirección espiritual desde cuándo se han planteado ser sacerdotes, cómo se dieron cuenta… Y no me lo saben decir. “Desde siempre”. “Desde muy pequeño”. “Fue algo natural”. “De repente un día lo pensé”. Pero lo tienen claro. Acompañando sus vidas, descubro que Dios se ha fijado en ellos, ciertamente, de una manera especial. Y eso no cabe en la cabeza. Al entrar ahí, en sus historias, solo queda descalzarse, como tuvo que hacer Moisés ante la zarza ardiente, porque el terreno que se pisa es sagrado.
Todo esto no quiere decir que estos chicos no vivan las problemáticas de los adolescentes de su edad, que no se enfrenten a conflictos afectivos, que no tengan que madurar en muchos aspectos, que muchos días sus hormonas no se hallen en estado de rebelión. Que algunos, incluso, tomen después de un tiempo de discernimiento otros caminos. Pero vocacionalmente sí son asombrosamente maduros, mucho más que otros jóvenes. Yo no tengo respuestas. Veamos si ellos las tienen. Dejémosle la palabra a ellos.
Cristian Rodríguez, con 17 años, toma el ejemplo de la Virgen: “Podríamos compararnos de forma humilde con María, ella es modelo de juventud y agilidad en la respuesta a la llamada que Jesús le hacía. Esa vocación es perenne, y mientras tengamos conciencia de su existencia podemos llevarla a cabo pese a la edad que tengamos”. Y Ángel López, compañero de su curso: “Tengo claro que quiero ser sacerdote porque el Señor es el que me ha guiado por este camino, y la idea es clara porque siento que cumplo la voluntad del Señor”. Es decir, son conscientes de que ellos no son los culpables de la llamada, que no la buscaron, sino que fue Cristo quien se lo ha hecho saber.
Fran Ramos, también con 17 años, se siente reafirmado en su elección al descubrir la falta de Dios en los jóvenes de su edad: «En mi generación, esta claridad se identifica en la necesidad de nuestro entorno, necesidad de Evangelio, necesidad de su palabra y alegría, necesidad de Dios y de sus sacerdotes. Esto es lo que nos inspira seguridad y convencimiento».
El Señor -que nos elige desde la eternidad- llama a muy distintas edades. De pequeños, de adolescentes, siendo jóvenes o adultos… Y no sabemos por qué. Cada uno tiene su momento, y eso no convierte una vocación en más valiosa que otra. Pero sí la hace necesitada, en cada circunstancia, de acompañamiento. Por eso la Iglesia, que es Madre, nos regala el instrumento del Seminario Menor. Para que esas vocaciones que germinan pronto puedan seguir desarrollándose y lleguen a dar cumplimiento a la voluntad del Señor.
Si todavía quedan dudas -seguramente y, ojalá, muchas-, ¿por qué no venir a conocerlo? ¿Por qué no dar el paso, como joven con inquietudes, o como padres, y descubrir en primera persona qué es el Seminario Menor? No se pierde nada. Se puede ganar todo.
Manuel Jiménez Carreira. Director espiritual del Seminario Menor
Seminario Menor Nuestra Señora del Buen Aire
C/Mayor s/n. San Juan de Aznalfarache
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