Alexandra Triana nació en Bogotá (Colombia). Ahora vive en nuestra tierra y es priora de la comunidad de Carmelitas Descalzas de Sanlúcar la Mayor.
Sor Alexandra siempre tuvo una gran inquietud: “¿Para qué vivo?”, se preguntaba una y otra vez desde los 12 años. Esta cuestión recurrente se avivaba con las catequesis y convivencias de su comunidad del Camino Neocatecumenal. Recuerda concretamente cómo a los 17 años le impactó una carta de una carmelita descalza. “Pero entonces yo no quería ser monja”, confiesa con una sonrisa tímida. Entonces entró en la Universidad, salió; volvió a entrar, y volvió a dejarlo. La vida la llamaba a algo más.
“nunca había dado signos de ninguna inquietud vocacional”
“Fue a los 21 años cuando decidí dar el paso y entregar mi vida a Dios”. Para su familia y amigos fue “un choque”, porque “nunca había dado signos de ninguna inquietud vocacional”. 21 años más tarde, la felicidad que irradia esta colombiana hablando de la vida religiosa deja claro que no se equivocó. “Al principio fue difícil adaptarse a nuevas costumbres, al clima, la comida y el lenguaje, pero gracias a la comprensión y paciencia de las hermanas todo era más llevadero”.
Después, asegura que surgen otras etapas: “Por ejemplo, hay un momento en el que verdaderamente sientes un desgarro al entender que no serás madre biológica, aunque aprendes a vivirlo no como una frustración o una renuncia, sino asumiendo la maternidad espiritual, que puede llegar a ser igual de plena”.
«Lo importante no son las acciones, sino el amor que hay detrás de ésta»
Tras más de dos décadas como religiosa, sor Alexandra fue elegida priora de la comunidad. Para ella esta responsabilidad se trata de “ser una hermana en medio de otras hermanas que aliente la vida de la comunidad. Es más un servicio de animación, atención y escucha, porque la organización la hacemos generalmente entre todas”.
En definitiva, según la priora, la convivencia no es difícil, “pero sí supone un esfuerzo por acoger lo diferente, por no caer en lo mío, por ceder de una misma para entregarse a las otras”. Y esto sólo se consigue, “dejando que Dios te haga” y con el diálogo continuo en la comunidad.
Sor Alexandra, con su tono sereno y alegre, acaba destacando que la sociedad del siglo XXI sigue necesitando la vida contemplativa, porque “nosotras somos la retaguardia de la Iglesia. Lo importante no son las acciones, sino el amor que hay detrás de éstas. A nosotras nos toca ser el amor que da valor a muchas de esas acciones”.