José Manuel Martínez Santana
Sacerdote diocesano
Párroco del Santísimo Cristo del Perdón (Polígono de San Pablo)
“Hijo mío, quiere mucho a la Iglesia que es tu madre”. Estas fueron las palabras que el papa Juan Pablo II dijo a José Manuel justo después de ordenarlo sacerdote, en una ceremonia multitudinaria, “bajo un calor horroroso”, hace veinticinco años. “Fue un momento único –reconoce este sacerdote diocesano que fue uno de los 37 seminaristas privilegiados ordenados por el papa polaco en el XLV Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Sevilla en 1993-. Lo llevaré en el corazón toda la vida”. Recuerda con cariño la cercanía del papa, su tono dialogante con los diáconos que iban a ser ordenados y “su forma sublime de celebrar la Eucaristía”. Todo un acontecimiento que convirtió a Sevilla “en la capital de la Iglesia Católica por unos días”.
José Manuel ha intentado cumplir durante todo su ministerio la encomienda que le hizo el pontífice: “mi vocación es servir, hacer de Cristo Buen Pastor en la comunión de la Iglesia contando con la fragilidad humana, siendo fiel allí donde el Señor me mande, en cualquier momento y circunstancia”.
Ya hace más de treinta años que nació su vocación. Lo hizo en un ambiente parroquial, gracias al testimonio de Rafael Cano, y al “enamorarme poco a poco de la vida pastoral y de la figura de Jesús”. Habiendo cumplido este año sus Bodas de plata sacerdotales y tras haber pasado por cuatro destinos (compartidos con “su predilección especial” por el acompañamiento espiritual en el Seminario y su implicación directa en la Pastoral Vocacional) Martínez Santana tiene claro que para no desviarse del camino es imprescindible “formar parte del presbiterio diocesano, especialmente tener un grupo de sacerdotes cerca en los que descansar, así como la oración y la Eucaristía diaria”. En esta línea, a los diáconos que se ordenarán en apenas diez días en la Archidiócesis hispalense, recomienda “dejarse guiar por el Espíritu y no escatimar en trabajar por la Iglesia y por el pueblo allí donde se les encomiende”.
De su trayectoria sacerdotal destaca “los rostros y momentos infinitos que me ha regalado Dios” y agradece “que Él me sostenga, porque ciertamente yo sólo no puedo”. Y es que José Manuel lo confiesa, “mil veces naciera, mil veces entraría en el Seminario”. Eso sí, se arrepiente de algo: “de no haberlo hecho antes”.