Lezin Kimvouama es educador y mediador. Nació en Congo. Casado y con tres hijos. Colaborador de Delegación diocesana de Migraciones
Lezin recuerda con nostalgia su niñez, especialmente cuando sus seis hermanos y él rodeaban la cama de su madre cada noche para que ésta le contara, en forma de cuento, las historias de la Biblia. Aquello marcó su infancia, por eso, con apenas seis años ansiaba participar en las catequesis, reservada para niños mayores. “Como no me permitían inscribirme, seguía a mis hermanos a escondidas”, confiesa. “Un día, el catequista pidió a los catecúmenos que repitieran una de las oraciones aprendida, pero nadie fue capaz. Aprovechando la ocasión, me puse a recitarla yo, gritando desde la oscuridad de la calle. Al día siguiente inicié las catequesis”.
Vida que es ejemplo de superación y constancia
Esta determinación se consolidó en su juventud, cuando emigró a España a causa de la guerra en su país.
Reconoce que le resulta “casi imposible contar su historia”, pero no deja de ser digna de ello. Como la de tantos otros inmigrantes, su travesía no fue fácil y ha pasado por todo tipo de situaciones, desde ser ‘aparcacoches’ hasta trabajar para la Cruz Roja, Cáritas y otras entidades socio-caritativas.
Aunque describe España como un país acogedor, asegura que “no está exento de racismo”.
La vida de Lezin Kimvouama se presenta como un ejemplo de superación y de constancia, en la que no ha faltado el esfuerzo, las ganas de aprender y de enseñar a los demás que todas las personas tienen la misma dignidad, sin importar su idioma, raza o procedencia.
Esperanza, conocimiento y crecimiento personal
Su compromiso social ha ido siempre vinculado a su implicación eclesial. La lista de voluntariados que ha desarrollado así lo atestiguan: “Fui socio fundador de un coro mixto, ‘Voces De África’, cuyo objetivo es fomentar la cohesión social; también ayudo a otros inmigrantes en la búsqueda de piso, asesoramiento legal o clases de castellano; por otro lado, he colaborado en la pastoral de la salud y he sido catequista. Actualmente participo en la Pastoral Penitenciaria y en la Delegación diocesana de Migraciones”.
Con respecto a esta última, manifiesta que es “imprescindible” por su labor de “sensibilización, inserción, apoyo y denuncias de injusticia”. Así, Lezin agradece lo que esta Delegación le ha aportado: “Esperanza, conocimiento y crecimiento personal”.
Para terminar, se despide confirmando que “Dios existe, nos escucha y está siempre con nosotros. Por eso, no nos dejemos engañar por el materialismo o la mentira”.