Carlos Romero es neopresbítero, ordenado sacerdote en junio de 2017. Desde entonces es párroco de Ntra. Sra. de las Huertas (La Puebla de los Infantes).
Con apenas 24 años, Carlos se ha puesto al frente de una parroquia de la que destaca “la bondad de las personas”. Reconoce que aquel 5 de agosto de 2017, cuando tomó posesión como párroco, después de haberse ordenado en junio, sintió “vértigo” porque la responsabilidad “recae sobre ti mismo”. Por eso, asegura, la única forma de vivirlo –los problemas, los contratiempos, etc.- es “desde Dios y la oración”.
Echando la vista atrás, Carlos cuenta su vocación que, como tantas otras, descubrió poco a poco. Aunque dos fueron los momentos que le animaron en su decisión a consagrarse al Señor: “antes de la Confirmación, los salesianos nos invitaron a participar en la Pascua Salesiana, y allí el predicador nos preguntó qué estábamos dispuestos a hacer por Dios”. Entonces se dio cuenta de que su vida había cobrado sentido a la luz de la Iglesia. Pero estas reflexiones le asustaron, “pensé que si se las decía a alguien me engañarían para meterme a cura”, recuerda sonriente.
“El Seminario es un tiempo para purificarte y descubrir la voz de Dios”
Pese a ello, su párroco, Diego Pérez, supo leer entre líneas y le recomendó revisar el pasaje del pequeño Samuel. “Cuando lo hice me asusté aún más, rechazaba la idea de que Dios me estuviera llamando”. Otro punto clave en su vocación fue la celebración de las bodas de plata sacerdotales de su párroco. “Entonces me preguntaba cómo podía mantenerse fiel a Cristo durante tanto tiempo y como seguía viviendo con tanta ilusión”. Finalmente, gracias al testimonio de un compañero de colegio, que más tarde se ordenaría sacerdote con él, y al apoyo de sus padres, decidió ingresar en el Seminario. Seis años después recuerda con cariño esta etapa que asegura “sirve para purificarte de tus propios criterios y para descubrir la voz de Dios. Es un período en el que te encuentras a ti mismo y eso a veces no es fácil”.
Con entusiasmo y tesón, este utrerano afronta el inicio de su ministerio sacerdotal poniéndose en manos de Dios cada día e invitando a todos los jóvenes a que no se acostumbre a vivir “un cristianismo de formas”, sino que “pasen del ‘yo quiero’ al ‘qué quiere Dios de mí’”.