El 27 de septiembre celebramos la festividad de San Vicente de Paúl, patrono de las obras de caridad y fundador de la Congregación de la Misión (Paúles) y de las Hijas de la Caridad. Las Hijas de la Caridad, están llamadas a servir a Jesucristo en la persona de los pobres y marginados, con un espíritu de humildad, sencillez y caridad. Una de estas hermanas que siguen las enseñanzas de San Vicente es Sor Reyes Calderón García, que continúa en la casa de Alcalá de Guadaíra con la misión de servicio que San Vicente Paúl les señaló. El año que viene cumplirá sus bodas de oro en la Congregación.
Las Hijas de la Caridad no cambian su nombre de pila al entrar en la congregación, y Sor Reyes sigue siendo Reyes Calderón. Es una mujer llena de vida y de alegría en una casa grande y tranquila. El suyo es un verdadero testimonio de vida cristiana y de amor a los demás. Nació en Triana, al lado del Cachorro (Cristo de la Expiración) en una familia humilde y trabajadora: «Éramos nueve hermanos, mi familia era muy creyente y con unos valores magníficos. Mi padre era carpintero-tornero, y nunca le faltó el trabajo. Mi madre no tuvo que salir a trabajar fuera. Mis dos hermanos mayores después del colegio ayudaban a mi padre y nosotras también teníamos nuestras responsabilidades; después de hacer los deberes ayudábamos a coser y a todas las faenas de la casa».
Dos hijas de la Caridad en la misma casa
Conoce a las Hijas de la Caridad en el colegio, ya que estudió en el Colegio Nuestra Señora del Rosario de Pagés del Corro:»Cada día las monjas daban un testimonio maravilloso; cuando terminábamos la jornada casi todas las compañeras estaban deseando irse a sus casas pero yo me ofrecía a todo, lo que fuera por seguir con ellas». De esa etapa escolar nacieron dos vocaciones, la suya y la de otra hermana suya que falleció hace ahora 8 años. «Dos hijas de la Caridad en la misma casa…».
Sor Reyes podría contar miles de anécdotas. Rememora especialmente sus visitas de los sábados a los hospitales: «Recuerdo especialmente las visitas al Hospital de las Cinco Llagas u Hospital Central, como se le decía entonces. En lo que hoy es sede del Parlamento Andaluz vi y descubrí ese amor hacia los enfermos, la caridad, la bondad y la paciencia. Esas visitas fueron las que despertaron en mí la vocación de servicio que me acompaña hasta hoy».
«Me enamoró la personalidad de San Vicente de Paúl»
Ya a los 16 años se quedaba a dormir en el colegio. «Mi madre venía a verme cuando me quedaba, y me decían las hermanas: ‘ahí está tu madre’. Yo me asomaba, le daba un beso y ya ella muy conforme se iba a hacer sus cosas y sus compras». Comenzó a compartir el día a día con las hermanas, acudía a misa con ellas, y sobre todo, las escuchaba: «Nos hablaban tanto de San Vicente que nos enamoraron sus valores y su misión». En esa época había una figura del santo en el convento a la que la alumna Reyes, por orden de Sor Benicia (una monja que fue como una madre para Reyes y que ha fallecido recientemente) siempre le limpiaba los zapatos.
En casa no sentó del todo bien lo de ser religiosa los 22 años. A su padre no le gustó demasiado: «Decía que si estábamos colaborando y estábamos bien, que para qué necesitaba mas. Pero mi madre no tuvo ningún problema, incluso decía que si las 7 queríamos ser hijas de la Caridad, que ella estaba encantada».
«Los actos comunitarios están por encima de todas las cosas»
Sor Reyes, a sus 72 años, es una religiosa que está en el mundo. No le extraña nada del «exterior», «nunca me he sentido mal por llevar hábito. Incluso cuando tenía que llevar papeles y hacer gestiones en instituciones nunca he tenido problemas y entraba a desayunar a los bares como todo el mundo. Siempre me he sentido cómoda y respetada». Lo que más le gusta de la congregación son los actos comunitarios: «Son para mí lo mas grande que tenemos, es un gozo para el alma sentir que vives en una comunidad en las que somos uno. Es maravilloso y fundamental. Como dice la directora provincial, los actos comunitarios están por encima de todas las cosas».
Podría estar horas hablando del fundador: «San Vicente de Paúl es en su totalidad increíble». Hay un cuadro que siempre le ha inspirado muchísimo, en el cual se ve a San Vicente bajarse de su carro para recoger a un pobre hombre tirado en el suelo. «Esa cara de bondad infinita… Como bien dicen las reseñas, era todo ternura. Fue un hombre magnífico y hoy en día seguiría siendo totalmente actual: el amor al pobre, al desvalido, a los niños y sobre todo a Dios. Me maravilla su inclinación a mejorar la vida de los más necesitados».
Para Sor Reyes lo mejor de su congregación es que las hermanas están en todas las obras donde son necesarias: comedores, pisos de acogida, inmigrantes, drogas, sida… En las misiones en Marruecos, Nigeria… «Creo que estamos abiertas a cualquier adversidad, dando lo mejor de nosotras mismas». Reconoce que el tema de las vocaciones es delicado: «Antes era distinto pues desde las familias se daban muchos valores y salían muchas vocaciones. No es que que ahora no haya muy buenas familias, pero claro el tema religioso es harina de otro costal». A las posibles nuevas vocaciones, Sor Reyes les diría «que no tuvieran miedo a preguntar, que vinieran con nosotras a pasar un día o a colaborar, que acudieran a una jornada de puertas abiertas. Nosotras como religiosas tenemos que tener delicadeza y preparación para hacer llegar nuestro mensaje de amor verdadero a Dios y al prójimo».
«Las cosas hay que hacerlas con amor»
Repasando las últimas noticias, reconoce que en la Iglesia hay cosas que no funcionan del todo bien. «Perfecto no hay nada, dentro de la Iglesia hay vida y como humanos nos equivocamos. Como decía San Vicente, la perfección no consiste en la multitud de cosas hechas, sino en el hecho de estar bien hechas. Hechas con amor». No quiere terminar su testimonio sin recordar a Santa Luisa de Marillac, una santa poco conocida pero sin la que no se entiende la congregación de las Hijas de la Caridad. «Ella fue una pionera. San Vicente y ella formaron un tándem perfecto. No se ponían de acuerdo sobre la necesidad del hábito. Ella formaba a las hermanas, no podían hacer nada el uno sin la otra. Ahora todas las actividades están más dirigidas a conocer más profundamente la personalidad de Santa Luisa».
Sor Reyes ha tenido multitud de destinos desde que tomara los hábitos con 22 años. Ha trabajado en el Hospital Militar de Sevilla, ha estado 11 años en Marchena ocupándose de los mayores y de los pequeños en la residencia y en la guardería, ha pasado por Morón y por el Coronil. Ahora lleva 5 años en Alcalá de Guadaíra: «Estoy muy a gusto en esta comunidad, somos 7 hermanas que visitamos a los enfermos, vamos a la cárcel, a la parroquia. Estamos para lo que nos manden». Reconoce que le ha costado mucho acostumbrarse a estar más tranquila, pero vuelve la vista y ve que todo ha sido y es un regalo del cielo: «Somos una verdadera familia. Se vive en una paz verdadera»