El 20 y 23 de junio, las comunidades cristianas celebraremos -cada una con arreglo al calendario y a su tradición litúrgica particular- la solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, fiesta grande de la Iglesia Católica en la que conmemoramos la instauración de la Eucaristía, corazón de la vida de la Iglesia.
En la solemnidad del Corpus Christi se actualiza la entrega del Señor, que nos hace testigos del amor de Dios por nosotros, nos mueve a mirar y acoger a nuestros hermanos con su mismo corazón, y nos invita a ofrecernos también nosotros como señal de fraternidad y experiencia viva de su amor. Por ello, el Corpus Christi es también sentido y vivido por la comunidad cristiana como el Día de la Caridad, como el gran día de Cáritas.
Instaurado tal y como hoy lo celebramos en el año 1960, el tiene para Cáritas una extraordinaria relevancia institucional. La campaña desarrollada en torno a este día ha fecundado desde sus inicios la historia de la institución: proporcionando significado evangélico y eclesial a la experiencia de sus colaboradores; vertebrándola organizativamente; sirviendo al reconocimiento comunitario y social; suscitando la salida y la presencia en las calles; promoviendo «el ambiente de caridad» y su práctica, indisolublemente ligado al sentido de la justicia social, como una necesidad sanadora y restauradora de la dignidad social y de las relaciones humanas. Tanto ha sido así en el caso de nuestra Cáritas Diocesana que la celebración del Día de la Caridad constituyó aquel mismo año la primera gran acción promovida por la institución como referente de la acción caritativa y social de la Iglesia diocesana.
En la próxima conmemoración del Corpus Christi, volvemos a celebrarlo, culminando la campaña de sensibilización que durante el curso hemos realizado bajo el lema ‘Tu compromiso mejora el mundo’. La propuesta de Cáritas para este día no se centra -o no sólo ni principalmente- en la solicitud de ayuda material para su labor, como en tantas otras ocasiones hacemos. Por una parte, se trata más bien de rendir cuentas de ella a todos cuantos han contribuido generosamente a su sostenimiento. Por otra, se trata también de la reafirmación en el significado más hondo de nuestro compromiso, en la raíz más honda de nuestro servicio como experiencia de fe. Se trata, en fin, de proponer la necesidad de purificar nuestra mirada y nuestro corazón ante la realidad de pobreza e injusticia; de invitar a todos a ser y sentirse parte de un compromiso de misericordia, anclado en lo cercano y lo vivible, como forma de demostración de la posibilidad de otras formas de relacionas humanas. Precisamente esto significa decir hoy que tu compromiso mejora el mundo.