En la cartelera se da una difícil convivencia entre las costosas y espectaculares superproducciones de los grandes estudios y las películas independientes. Las primeras, con el gancho de su potente publicidad, atraen a centenares de miles espectadores y suponen un justo balón de oxígeno para los exhibidores. Las independientes son las “hermanas pobres” que deben pechar con lo que sobra: unos cuantos pases en horarios no siempre fáciles de unas pocas salas de cines. En unas y en otras hay mucho talento, pero también mediocridad, no nos engañemos.
En Tu fotografía, una cinta del indio Ritesh Batra dirigida al paladar cinéfilo, lo que abunda sobre todo es la sensibilidad, la delicadeza y el buen gusto. Cualidades suficientes para hacerle un hueco en estas páginas, aun a riesgo de recomendar un título sin duda minoritario. Batra, que se ganó a la crítica con su primer filme, The Lunchbox (2013), es un buen director y, aunque ruede en el Reino Unido o en Hollywood, siempre tiene presentes los códigos culturales y éticos asimilados en su India natal.
La historia que Batra nos cuenta, porque escribe también el guion, es ciertamente pequeña. Rafi (Nawazuddin Siddiqui) es un fotógrafo callejero que malvive en Bombay y que ahorra lo que puede para ayudar a la familia que le queda en su aldea. Miloni (Sanya Malhotra) es una tímida e inteligente estudiante, que vive rodeada de las comodidades propias de una familia de clase media. Un día, delante de la Puerta de la India, Miloni acepta que Rafi le haga una fotografía por un módico precio. Apenas se han conocido, pero algo ha quedado entre ellos. El tercer personaje importante es la abuela de Rafi, papel que borda la octogenaria Farrukh Jaffar; la abuela representa la tradición, la firmeza luchadora de una generación que ha permitido el progreso de una nación donde la miseria ha sido visitante habitual.
A Batra no le interesan ni la exuberancia de las producciones de Bollywood ni sus exageraciones melodramáticas. Sus historias, como la de Tu fotografía, son intimistas, llenas de detalles silenciosos y elocuentes que recoge con su cámara sin subrayarlos. Los sentimientos apenas se expresan, pero podemos entenderlos a través de los gestos, las miradas, las reacciones… Hay como un pudor para mostrar y un gran gusto por sugerir, de modo que cuando Rafi y Miloni comparten escena el espectador se siente interiormente tentado a completar las frases de los protagonistas, o a desear que añadan una explicación.
Una película suavemente romántica, de ritmo apacible, visual y narrativamente delicada, donde laten unos corazones nobles y en la que el respeto a los mayores aparece como un valor a recuperar en Occidente.
Juan Jesús de Cózar