¿Un católico puede tener supersticiones?
Un católico no debe tener supersticiones, no son coherentes con la fe. El mismo Catecismo de la Iglesia Católica deja clara la postura creyente frente a la superstición. El contexto es el primer mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas.
Y nos dice, este texto que transmite la fe de la Iglesia, que “el primer mandamiento prohíbe honrar a dioses distintos del Único Señor que se ha revelado a su pueblo”.
Claro, leemos esto y pensamos enseguida en el politeísmo, en la idolatría, en la adoración de otros dioses. Sin embargo, el Catecismo aclara que el primer mandamiento también “proscribe la superstición”, que “representa en cierta manera una perversión, por exceso, de la religión” (CEC 2110).
Y el Catecismo dedica un número a explicar la superstición, el n. 2111: “La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores que exigen, es caer en la superstición”.
Como puede verse, el Catecismo es valiente a la hora de hacer una denuncia profética no sólo de una superstición externa y pagana, que demuestra la superioridad del cristianismo, sino del riesgo interno de vivir los sacramentos y los ritos católicos de forma supersticiosa, con una actitud mágica.
Así que no sólo es negativo y reprobable creerse lo del número 13, los gatos negros, pasar debajo de una escalera… sino también un entendimiento de este tipo de los sacramentos y de los sacramentales de la Iglesia. Porque, no podemos negarlo, hay gente que entiende así el bautismo, la comunión, el agua bendita, las bendiciones, la ceniza, etc.
¿Cuándo es pecado la superstición?
La superstición es objetivamente un pecado contra el primer mandamiento, como señala el Catecismo. Contra Dios y la adoración que le debemos.
Por supuesto, habría que tener en cuenta la imputabilidad en la persona, porque pueden darse muchas circunstancias que intervengan.
Quizá alguien es lo que ha recibido por formación, o lo que ve en el ambiente, o lo vive por un miedo invencible… o nunca le ha oído a un sacerdote, a un catequista… hablar sobre esto.
Pero sí lo es, sin duda, en tanto que el pecado es una ofensa a Dios, la superstición lo es, porque aparta nuestro corazón de Él.
Recordemos cuál es la definición de pecado mortal: “aparta al hombre de Dios, que es su fin último y su bienaventuranza, prefiriendo un bien inferior” (CEC 1855).
Y, al fin y al cabo, ¿no es precisamente esto la superstición? Claro, para que se dé este pecado grave, se requiere que haya plena conciencia y entero consentimiento, que sea una elección personal.
Fuente: Aleteia