Sin guion, no hay película. Sin conflicto, no hay guion. El conflicto forma parte de nuestra existencia ordinaria y el cine bebe de la vida. Cualquier ser humano afronta diariamente situaciones más o menos complejas que le obligan a poner en juego su creatividad. Y en ese empeño por resolver problemas tiene la oportunidad de crecer como persona y de mejorar a quienes le rodean. Cuando una película aborda esta perspectiva de una manera absolutamente honesta, como es el caso de “Un nuevo mundo”, vale la pena destacarla, aunque ya adelanto que se trata de un producto de interés minoritario y más adecuado para una sesión de cinefórum que como entretenimiento.
“Un nuevo mundo” completa la ‘trilogía’ del trabajo’ del director francés Stéphane Brizé, a la que precedieron “La ley del mercado” (2015) y “En guerra” (2018). Cine social puro y duro, podríamos decir, de gran éxito en Francia (cerca de 4 millones de euros de recaudación) pero cuyo estreno en España el pasado mes de mayo fue un rotundo fracaso. Desde este mes de septiembre está disponible en plataformas.
Pero dejemos que sea el propio Brizé quien presente su trabajo: “«Un nuevo mundo» muestra a un ejecutivo que está perdiendo el sentido de su vida, a la vez que su matrimonio se desintegra, y a quien cada vez le cuesta más encontrarle el sentido al sistema para el cual lleva años trabajando”. Añadamos un par de datos más: el ejecutivo se llama Philippe Lemesle y está interpretado por un inconmensurable Vincent Lindon; su mujer, Anne (Sandrine Kiberlain), que no soporta más tiempo la ‘incomparecencia’ de su marido en el hogar absorbido por su trabajo, le ha pedido la separación.
Afortunadamente, guionista y director se las arreglan para dar la vuelta a la tortilla a este panorama, a raíz de dos importantes acontecimientos: por un lado, su hijo pequeño ha protagonizado un episodio que puede tener su origen en una patología psíquica; por otro, la multinacional en la que trabaja Philippe le impone un recorte de personal que afectará a 58 empleados. La nueva preocupación familiar y la respuesta al problema ético laboral, consecuencia de la aplicación de un capitalismo salvaje, serán paradójicamente sus tablas de salvación.
Todo está filmado con pausa y elegancia, eligiendo cuidadosamente cada plano, los colores de las escenas y la música reflexiva compuesta por Camille Rocailleux. Solo tres actores profesionales: los citados Lindon y Kiberlain, y Anthony Bajon, en el rol del hijo. El resto, periodistas, presentadores, sindicalistas o conocidos del director.
“Mi libertad me costará cara, pero no tiene precio”, afirmará Philippe. Dignidad y libertad. Sí, quizá sea posible construir con esos mimbres un nuevo mundo.
Juan Jesús de Cózar
Dónde verla: Movistar+