Viernes 3º de Pascua (B)

Lectura del santo evangelio según san Juan (6,52-59):

EN aquel tiempo, disputaban los judíos entre sí:
«¿Cómo puede este darnos a comer su carne?».
Entonces Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre, no tenéis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Mi carne es verdadera comida, y mi sangre es verdadera bebida.
El que come mi carne y bebe mi sangre habita en mí y yo en él.
Como el Padre que vive me ha enviado, y yo vivo por el Padre, así, del mismo modo, el que me come vivirá por mí.
Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron; el que come este pan vivirá para siempre».
Esto lo dijo Jesús en la sinagoga, cuando enseñaba en Cafarnaún.

Comentario

El Padre que vive me ha enviado

Envío. Qué palabra tan hermosa. Porque implica alguien que transmite algo de parte de otro. Jesús es el enviado de Dios Padre. Aquí lo vuelve a reiterar, por si no se nos ha metido en la cabeza. En la primera lectura de hoy nos encontramos con Saulo de Tarso, enviado por el sumo sacerdote para perseguir a los cristianos hasta que la aparición del Señor camino de Damasco le hace variar su misión y ahora será enviado a predicar el Evangelio a tiempo y a destiempo.  Ananías le impone las manos y le revela que el Señor lo ha enviado «para que recobres la vista y te llenes del Espíritu Santo». Y la Iglesia, la continuidad de los apóstoles expresada en sus obispos, es enviada al mundo para anunciar la Buena Nueva. Enviados somos tú y yo que hemos recibido la Buena Noticia del amor para comunicarla a cuantos más, mejor. ¿A qué esperas?

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