Lectura del santo evangelio según san Mateo (6,19-23):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «No atesoréis tesoros en la tierra, donde la polilla y la carcoma los roen, donde los ladrones abren boquetes y los roban. Atesorad tesoros en el cielo, donde no hay polilla ni carcoma que se los coman ni ladrones que abran boquetes y roben. Porque donde está tu tesoro allí está tu corazón. La lámpara del cuerpo es el ojo. Si tu ojo está sano, tu cuerpo entero tendrá luz; si tu ojo está enfermo, tu cuerpo entero estará a oscuras. Y si la única luz que tienes está oscura, ¡cuánta será la oscuridad!»
Comentario
Donde está tu tesoro, allí está tu corazón
En el Hospital de la Caridad, mandado construir por el venerable Miguel Mañara en Sevilla, el cuadro “In ictu oculi” de Valdés Leal sirve de catequesis pictórica de este pasaje evangélico. En un abrir y cerrar de ojos se viene la muerte -la canina con el pie sobre el globo terráqueo apagando el cabo de vela- y toda las riquezas, los honores, las vanidades, los saberes, las glorias y las honras que los hombres nos esforzamos en atesorar en vida dejan de valer y la polilla y la carcoma comienzan a roerlos. El Papa Francisco lo explica de un modo también gráfico pero con palabras: “Las mortajas no tienen bolsillos”. Nada de lo que tenemos aquí en la tierra nos va a acompañar en el definitivo viaje. Cuanto antes comprendamos esta verdad, más cerca estaremos de tener nuestro corazón puesto en el verdadero tesoro que nunca se deprecia y no hay ladrón que lo robe ni gusano que se lo coma.