El Papa Francisco ha establecido la memoria de “María, Madre de la Iglesia”, que se debe celebrar cada año el lunes siguiente al domingo de Pentecostés. Como el beato Pablo VI recordó en el Vaticano II, María es “Madre de la Iglesia, es decir, Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores”.
Por ello, en esta sección que dedicamos a Murillo traemos hoy una pintura que refleja esta maternidad de la Madre de Dios para con toda la Iglesia, reflejada en esta obra especialmente en los presbíteros: se trata de “La Virgen y el Niño entregando pan a los sacerdotes” que Murillo realiza en 1679 para el refectorio del Hospital de los Venerables Sacerdotes. Esta pintura fue encargada por el canónigo y amigo personal del pintor, Justino de Neve, quien funda en 1675 este Hospital destinado a acoger a los sacerdotes ancianos y pobres, y para el que Murillo realizará además varias obras entre las que destacan la Inmaculada Concepción llamada de los Venerables, hoy en el Museo del Prado, o el San Pedro penitente que actualmente forma parte de la colección Focus, cuya sede es dicho Hospital.
Esta obra, “La Virgen y el Niño entregando pan a los sacerdotes”, que hoy se encuentra en el Szépmüvészeti Múzeum de Budapest, es una alegoría de la ayuda celestial que recibirían los acogidos en este Hospital. Vemos cómo la composición se centra en la figura de María que, sentada sobre nubes, sostiene al Niño que se encuentra de pie delante de Ella y toma pan de la cesta que le ofrece un ángel que está a su izquierda, para dárselo a los sacerdotes que, en un nivel más bajo, entre agradecidos y asombrados alzan sus miradas hacia la celestial visión. Son tres presbíteros, uno de los cuales aparece con hábito de peregrino, para indicar que el Hospital también atendía a sacerdotes transeúntes.
El profesor Benito Navarrete ha señalado la relación de esta obra con el grabado de Matías de Arteaga que aparece en la portada de una obra de unos años antes, 1676, publicada en Sevilla, “Exhortación (…) a los devotos de la Congregación de Venerables Sacerdotes de Sevilla…”, donde es Cristo el que entrega pan a los sacerdotes, subrayándose así el matiz eucarístico. Habría sido el propio Neve el que habría aportado estas ideas iconográficas tanto a Arteaga como a Murillo.
Una vez más, Murillo nos muestra una obra en la que cielo y tierra se unen, expresando de esta manera que la divinidad está siempre cerca de los hombres y que María ejerce así su maternidad sobre toda la Iglesia desde la proximidad y el amor. Rompiendo la barrera entre el cielo y la tierra por medio de la caridad, Jesús y su Madre nos recuerdan cual es el único camino que tenemos para llegar al cielo, que no es otro que el ejercicio del amor.
Antonio Rodríguez Babío (Delegado diocesano de Patrimonio Cultural)