En Sierpes esquina con la plaza de San Francisco se veía erguida la torre fortísima. La Veleta más hermosa de la Cristiandad, el Triunfo de la Fe hecho puro anemómetro nos hablaba de usted, pero unos minutos antes, desde las cubiertas de la Catedral, habíamos tenido el privilegio de tutearla. Noche mágica.
La cita fue en la puerta de San Miguel, la que da al patio de los Canónigos que los domingos se llena de aficionados a la filatelia y la numismática. Qué amor al oficio, que vocación más profunda. La misma persona que nos abre con un poso de sigilo y misterio la puerta, que verifica nuestras entradas, será la que nos entregará las audio-guías y cascos convenientemente desinfectados y quien después durante más de noventa minutos será nuestro sherpa en esta ascensión al Everest de la Fe y la Esperanza.
Nos tomarán por locos
Hacemos tiempos viendo los relieves atribuidos a la escuela de Lorenzo Mercadante de Bretaña. Serán tres alturas de 24, 35 y 46. Mi hijo Paco da con la clave: siempre es la misma diferencia de metros, condición imprescindible para que la proporción siempre venza al caos, el equilibrio a la desmesura. San Pedro de Roma o San Pablo de Londres, catedrales unidas a dos santos mártires en tiempo de Nerón que comparten día en el santoral, son más largas que la Catedral de Sevilla, pero ninguna la supera en volumen. Una locura para quienes la diseñaron dan por hecho que los tomarían por locos.
Le hablamos de tú a la historia en esta Conversación en la Catedral, como la novela de Vargas Llosa. Una historia llena de prehistorias. La primera, tal vez, cuando la mezquita del Salvador se quedó pequeña para la población musulmana y hubo que construir otra aljama. Lo último fue el alminar, la torre, el faro de Sevilla en la pupila de todos los viajeros, en la escafandra de todos los nazarenos que pasan a sus pies cada Semana Santa sumergidos en las aguas de la costumbre hecha Pasión.
Hubo un cardenal que decidió construir la Catedral. Se refugió en Cantillana huyendo de la peste, el covid del Medievo. Era Gonzalo de Mena, al que Sevilla le debe muchísimo: creó la hermandad de los Negritos, alegato de la ciudad contra el racismo, y la Cartuja, llevado por su devoción a San Bruno.
Bendita locura
La Catedral se termina de construir en 1506. Catorce años antes, Cristóbal Colón, cuyo túmulo preside la entrada por la puerta de Campanillas, hizo el primero de sus viajes a Indias, el descubrimiento de América. Trece años después, parten de Sevilla las cinco naves al mando de Fernando Magallanes. Tres años después, sólo regresará la nao Victoria con 18 supervivientes, y lo primero que hicieron fue ir a rezarle a la Virgen de la Antigua, que ahora preside una de las Capillas. Si el ánimo de aquellos viajeros no era el mismo de quienes construyeron la Catedral nadie lo sabe, pero lo cierto es que también los tomaron por locos. Bendita locura: gracias a ellos, a Vargas Llosa lo podemos leer en nuestro idioma. Y a tantos otros escritores nacidos al otro lado de la mar océano.
El guía nos adentró por escaleras de caracol, nos situó el punto exacto donde se fundían dos edificios diferentes, uno del Gótico, otro del Renacimiento. La Fe mueve montañas y la historia de los canteros que hicieron esta catedral demuestra que no es una frase hecha. Piedra de las canteras de El Puerto de Santa María traídas en dos barcos que contruyó el Cabildo en las Atarazanas. Los canteros dejaban su firma en las paredes y el maestro arquitecto usaba las azoteas entre planta y planta para dibujar a escala las diferentes construcciones.
Disciplinas al servicio de la Fe
Todo está en todo. Grande como la grandeza de Dios. Nada al azar, nada superfluo.
Las diferentes disciplinas (matemáticas, geometría, ingeniería) al servicio de la Fe. Una lógica inapelable en la que juegan su papel pináculos y arbotantes, gárgolas y cimborrios. La Palabra se hizo carne y la Carne se hizo piedra.
No hace falta ver para creer, pero se cree mucho mejor viendo lo que habitualmente no se ve: la espalda de las vidrieras, el dorso del gigantesco rosetón. El impacto visual de la tramoya que en el altar mayor sujeta por sus espaldas el tríptico de un crucificado en su agonía, la Virgen y San Juan Bautista. El palio y el Cristo perdiéndose entre varales por las calles de la memoria.
Una visita que nadie debe perderse
Mientras Sevilla duerme, como el Nueva York de la película, la parábola nunca descansa. El guía ha dicho que íbamos a dar un viaje en el tiempo. A lugares donde todo sigue como hace siglos porque la esencia nunca cambia.
Volvemos a salir por la puerta de San Miguel.
El tranvía ya está en cocheras. La Giralda vuelve a llamarnos de usted cuando nos perdemos por Sierpes. La visita a las cubiertas ha sido todo un descubrimiento. Una visita que no se debieran perder los sevillanos, hijos de la archidiócesis, y tampoco los foráneos cuando esta peste pos-moderna sea ya un capítulo del pasado, una pesadilla de las hemerotecas.
Francisco A. Correal
Más Información:
- Cubiertas de la Catedral: Conozca la Catedral desde lo alto, realice un paseo por sus azoteas, recorra pasadizos, disfrute de las panorámicas que ofrece la arquitectura de la Catedral y de su entorno urbano. ¡No se lo pierda!…
Horarios de visita: De lunes a domingo: 9.30 h. — 10 h. — 21.30 h.
Las entradas pueden adquirirse ya, únicamente a través de la página web de la Catedral.
- Servicio de atención al visitanteTel. 954 214 971 / 682 001 309inpatrimonio@catedraldesevilla.esreservaspatrimonio@catedraldesevilla.es